H-México, acercando a los historiadores.


Fue en el año 2002 cuando Cristina Sacristán me invitó a unirme a esta página. En ese momento yo no sabía nada sobre bases de datos para historiadores en Internet, o cadenas de e-mails entre especialistas. Por eso me entusiasmó descubrir un lugar en la red donde era posible darse a conocer y enterarse sobre proyectos, presentaciones de libros, convocatorias a congresos y otros materiales muy necesarios para los historiadores.

Desde entonces, H-MÉXICO ha sido para mí una herramienta fundamental. Como seguramente ocurre con los casi 5 mil miembros que la conformamos. Para saber más sobre ella platiqué con su fundador, Felipe Castro:


¿Cuándo y por qué surgió H-MÉXICO?


En 1995 la UNAM comenzó a instalar conexiones a internet en los cubículos de mi casa académica, el Instituto de Investigaciones Históricas. Nadie la había solicitado. Aparentemente, alguien en la jerarquía universitaria decidió que sería conveniente para nosotros, o bien ocurrió que habían comprado un juguete muy costoso y tenían que crear una demanda para justificar el presupuesto ejercido.

Desde luego, todos sabíamos acerca de Internet, pero por entonces era una rareza en México, reservada a empresarios, técnicos o personas con amplios recursos. La respuesta a la innovación fue desigual. Algunos colegas simplemente la ignoraron, como siguen haciéndolo hasta hoy día. Otros comenzaron lentamente a utilizar el correo electrónico, aunque en aquel tiempo realmente había muy pocas personas en México con las cuales comunicarse por ese medio. Hubo, finalmente, los que se sintieron fascinados con la posibilidad de trascender las fronteras y de tener el mundo al alcance de nuestro teclado. Yo, ciertamente, estuve entre ellos, y recuerdo haber pasado semanas navegando el sistema “gopher”, un vasto depósito jerárquico de textos y antecedente remoto de la World Wide Web.

Mi interés se acrecentó cuando descubrí las listas de correo, donde podía encontrar recursos de interés, discusiones eruditas y noticias. Muchas de las mejores, sin duda, se hallaban asociadas en H-Net, Humanidades Online http://h.net.org. Sin embargo, compartía con mis colegas escépticos una queja: había poco sobre México, y además resultaba extraño leerlo en inglés, y desde una perspectiva extranjera. Por esa razón comencé a hacer algunas averiguaciones, y encontré que realmente no era difícil obtener el apoyo técnico de DGSCA, la dirección de cómputo académico, para establecer mi propia lista. Conté con el apoyo entusiasta de la entonces directora del IIH, Gisela von Wobeser. Así, en junio de 1995 H-MÉXICO comenzó a enviar mensajes. Es bueno señalar que la lista siempre ha sido un proyecto individual e independiente, que no forma parte formal de la estructura institucional de la UNAM, aunque no podría subsistir sin su apoyo.


¿De qué manera se conformó el equipo que ahora dirige la página?


Como no tenía experiencia alguna, adopté como propios los criterios de H-Net, de la que formamos parte. Esto es, las discusiones serían moderadas, no se aceptaría propaganda política ni comercial, y esperábamos que las discusiones fuesen las propias de un sitio académico. Otro de los criterios fue la creación de un equipo de trabajo. Inicialmente se integró Martha Loyo (IIH-UNAM) como editora asociada y luego encargada del programa de reseñas, aunque por distintas razones acabó alejándose del proyecto poco después. En 1996 se incorporó Antonio Ibarra (Facultad de Economía, UNAM) como editor asociado, y lo ha seguido siendo hasta el día de hoy.

Teníamos, como aun tenemos, la idea de que era bueno incorporar otros colegas para desarrollar proyectos particulares. Por este motivo se vinculó al grupo Víctor Gayol (El Colegio de Michoacán) para una iniciativa que al fin y al cabo no prosperó (la “Historia colectiva de México”). Víctor, de todos modos, se ha mantenido cerca del proyecto, como una especie de asesor informal.


¿Con base en qué decidieron los diferentes apartados que tiene la página?


H-MÉXICO era inicialmente una lista de correo. En 1999, con la colaboración de la DGAPA, se creó una página. Tuvo como propósito establecer un sitio donde la información que circulaba en la lista se concentrara de forma que pudiera ser fácilmente consultable tanto por los miembros del grupo como por el público en general. Se incluyó un directorio de investigadores e investigaciones, listados de "vínculos" de interés y un espacio para novedades editoriales. Una de las características técnicamente remarcables (en su momento) de esta página fue su carácter interactivo: al registrarse, los usuarios reciben una contraseña que les permite modificar sus propios datos, así como incorporar directamente información clasificada.

Al ampliarse los medios de difusión de H-MÉXICO comenzamos a hablar de un “Grupo virtual sobre historia de México”, del cual la lista, la página y otros recursos serían sus medios. La página pasó por dos renovaciones, y actualmente estamos planeando una versión enteramente nueva, para adecuarla a la “web 2.0”


¿Qué recepción han obtenido, tanto de los historiadores como de las instituciones oficiales?


Cuando establecí la lista de correo, yo esperaba que los directores de instituciones recibieran con agrado un medio que les permitiría difundir sus actividades de manera rápida y gratuita, y que todos los colegas comenzarían a discutir con entusiasmo sus ideas y planes de trabajo. Estaba, desde luego, equivocado.

Al principio la idea de una lista de correo resultaba un tanto desconcertante para las instituciones. Yo tenía que revisar sus boletines impresos, transcribir los anuncios y ocuparme de enviarlos personalmente. Esto, desde luego, fue cambiando paulatinamente, hasta llegar al intenso tráfico actual de anuncios académicos provenientes de instituciones de todo el país y de fuera de él.

Las autoridades recibieron a H-MÉXICO de manera bastante variada. En muchos lugares, la conexión a la red estaba restringida los directores, jefes de departamento y algunas celebridades locales. De hecho, incluso cuando el otorgamiento de cuentas de correo se hizo universal, hubo al menos una institución que recomendaba a sus académicos que NO se subscribieran a H-MÉXICO. “Alguien” se encargaría de recibir los correos y enviar los mensajes “pertinentes” a los interesados. Para ser justos, también hubo casos de entusiasmo autoritario, como el del director de un departamento de historia que subscribió a todos sus académicos –sin consultarles si les parecía bien

Por otro lado, muy pronto descubrí que los académicos mexicanos podían encontrar fascinante las vivas discusiones de las listas de correo radicadas en Estados Unidos, pero no tenían ningún interés en crear una versión local. Muy pronto un patrón de conducta fue evidente: los académicos estaban muy interesados en conocer qué hacía cada quien, y procuraban encontrar colegas con intereses afines y complementarios. Una vez conseguido esto, se apartaban para establecer interacciones de correo personales y privadas.

Evidentemente, yo no había tomado en cuenta algo que era obvio: el cambio tecnológico nunca ocurre de manera simple, sino que está condicionado por las tradiciones, hábitos y preferencias de la cultura receptora. En nuestro medio, los académicos prefieren establecer redes personales de comunicación, discretas, recíprocas, y reservadas. No hay, realmente, un mayor interés en exponer ideas o propuestas frente a un público masivo y anónimo.

Cuando percibimos esta situación, procuramos ofrecer otras propuestas útiles y atractivas para la comunicación y el trabajo colectivo. Por esa razón establecimos en distintos momentos foros temáticos, un chat y una “Historia colectiva de México”. Aunque cuando planteamos y consultamos a nuestros usuarios parecía haber interés, estos proyectos no fueron a ningún lado. Acabamos, para efectos prácticos, por dejarlos en suspenso hasta que las circunstancias fuesen más propicias.

H-MÉXICO es actualmente un masivo (casi 5000 miembros, en más de 30 países), exitoso (recibimos elogios y agradecimientos frecuentes) y muy útil boletín de anuncios (es obviamente más eficiente y rápido que los antiguos medios impresos, sin mencionar su gratuidad). Es particularmente apreciado por los colegas que viven fuera de las grandes áreas metropolitanas, los mexicanistas radicados en el extranjero, las instituciones y grupos académicos que cuentan con pocos recursos para la difusión.

No es, sin embargo, una comunidad de discusión académica, como inicialmente habíamos esperado. Desde luego, no hemos renunciado a la búsqueda de una mayor interacción entre nuestros usuarios, y tenemos algunos planes al respecto.


¿Qué opinas de que cada vez más historiadores recurramos a internet, tanto para investigar como para dar a conocer lo que investigamos?


Este es un tema muy amplio para darle respuesta en forma breve; remitiría al lector en todo caso a mi blog Clíotropos Diría, en todo caso, que las posibilidades son muy grandes, que cada año descubrimos nuevas y atractivas opciones, y que poco a poco la edición, publicación y colaboración en línea van ganando aceptación. Por otro lado, sería inocente derivar hacia un utopismo tecnológico. La tecnología puede convertirnos en historiadores más eficientes, pero no necesariamente nos hará por ello mejores profesionales. Yo tengo mucho respeto por los colegas tradicionalistas que aún utilizan una ruidosa Remington mecánica para escribir sus trabajos, y que para enviar sus mensajes van a un extraño edificio llamado “oficina de correos”. Pero para bien o para mal, para mí esas ya no son opciones posibles.


¿Cuál crees que será el futuro de esta unión entre Clío y la web?


Los historiadores somos buenos analistas del pasado, razonables comentaristas del presente….y pésimos profetas del futuro. Agréguese que el desarrollo de internet es tan impredecible y acelerado que toda previsión resulta muy riesgosa. Hace treinta años, IBM iba a dominar el mundo cibernético; hace veinte, nadie tenía mucha idea de para qué servía la World Wide Web; hace diez era evidente que America Online monopolizaría la mensajería personal instantánea, y hace cinco, Google era solamente una utilería de búsqueda. Así que cualquier cosa que aquí escriba será motivo de comentarios burlones mucho antes de que tenga oportunidad de solicitar mi jubilación. En todo caso, podemos analizar regularidades y comentar tendencias de corto plazo. Y una de las tendencias que me parece del mayor interés es el arribo a la academia de una generación de jóvenes historiadores para los cuales el acceso a la red es casi parte del orden natural de las cosas. Veremos, qué duda cabe, cosas muy interesantes en los años venideros.


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