La izquierda mexicana y su historia oscura

Me parece necesario comenzar este post con una pequeña nota autobiográfica: cursé mi secundaria y preparatoria en un colegio privado donde el marxismo dialéctico era, literalmente, una fe en la que los estudiantes éramos adoctrinados. 

Todavía recuerdo como, además de escuchar en todas nuestras clases las virtudes del marxismo, tuvimos que ¿leer? una complicadísima antología sobre autores marxistas, elaborada por uno de nuestros maestros, quien nos decía que pronto llegaría ese mundo soñado en el que el Estado y el dinero desaparecerían. Los supermercados se convertirían en almacenes llenos de mercancías a donde la gente llegaría a abastecerse sin necesidad de pagar por lo que se llevaran, y el mundo viviría en paz y sin hambre.


En esa época el mundo sufría cambios radicales: Polonia y "Solidaridad", Rumania y la muerte de los Ceaucescu, Gorbachov y la Perestroika; todo indicaba que vendrían enormes transformaciones; y todavía nos faltaba ver la destrucción del muro de Berlín, la reunificación de Alemania y la desintegración de la Unión Soviética. 


Pero nada de eso se comentaba en mis clases de Marxismo; y cuando alguno de mis compañeros se atrevía a sugerir que quizá las cosas no eran tan "claras e irrefutables" como nos decía mi maestro, él montaba en cólera para decirnos que éramos víctimas de la propaganda capitalista, y se lamentaba de que no siguiéramos el ejemplo de una chica que estuvo en la misma escuela años antes y que decidió que iba colaborar en la construcción del socialismo latinoamericano uniéndose a la guerrilla salvadoreña. Nunca supe qué pasó con ella. 

De todo eso me acordé mientras leía el nuevo libro de Julio Patán, "El libro negro de la izquierda mexicana" que es más bien un recuento de aquellos momentos claros (y oscuros) en la historia de la izquierda contemporánea mexicana: para ser precisos desde la crisis al interior del PRI en 1987 hasta el presente, con breves referencias a otros momentos importantes en ese movimiento, como la huelga de 1958, el 68, el CEU y el CGH.


Patán comienza su libro con una declaración demoledora: con honrosas excepciones, la izquierda mexicana no practica la autocrítica y mucho menos se disculpa por los errores cometidos durante su historia; y dedica el resto de su obra a demostrarlo analizando diversos casos, como la fundación del PRD, la segunda candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas, el levantamiento zapatista, la huelga universitaria de 1999 y el caudillismo de Andrés Manuel López Obrador. 


Julio no pretende convencer de que la izquierda mexicana es uno de los males de este país. Al contrario, reconoce que gracias a la izquierda este país ha avanzado política y socialmente: ha fundado uno de los partidos más importantes de México (y con eso apoyó la institucionalización del país, en lugar de recurrir a la vía armada); ha hecho importantísimas contribuciones al desarrollo del papel de la mujer y de los grupos no heterosexuales en la sociedad; también ha contribuído de formas muy pequeñas pero no menos importantes como traer el pelo largo, vestirse como se quiera, y terminar con la cultura autoritaria tan común en México (o por lo menos, intentarlo). 

En el caso de la ciudad de México, la izquierda ha tenido muchos triunfos: los conciertos en el Zócalo, la difusión de la cultura, las becas escolares, los apoyos a ancianos, la despenalización del aborto; es imposible negar que también han hecho muchas cosas buenas.


Sin embargo, la izquierda mexicana tiene dos enormes vicios, que han obstaculizado su desarrollo, y por ende el del país: el atavismo ideológico y la corrupción. 


Como señala Patán, la izquierda no sabe criticarse a sí misma y prefiere reverenciar a sus símbolos en lugar de producir discursos coherentes que contribuyan al desarrollo de políticas que sean provechosas para la sociedad mexicana. 

Eso los lleva a seguir considerando que Fidel Castro es un gran hombre (a pesar de las documentadísimas violaciones a los derechos humanos en Cuba desde 1959), a publicar esquelas lamentando la muerte de otro dictador como Kim Jong Il, y a nunca criticar aquellos movimientos que se valen de la violencia para imponer sus ideas de izquierda a la sociedad, ya sean los muchos movimientos que cierran calles o la guerrilla que todavía subsiste. 

La izquierda mexicana -dice Patán- nació denunciando la corrupción en el PRI, pero pronto se acostumbró a utilizarla en su propia convenciencia: son conocidos sus propios fraudes en sus elecciones internas, han tenido contactos con el narcotráfico, y también han creado figuras grotescas como Juanito, René Bejarano, y yo añadiría a su esposa, Dolores Padierna. 

A excepción de muy pocos autores abiertamente de izquierda, (como Luis González de Alba) Andrés Manuel López Obrador sólo es criticado por intelectuales más reconocidos con "la derecha". Para el resto, (incluidos algunos de los intelectuales más importantes del momento, como Lorenzo Meyer, Sergio Aguayo y Denise Dresser), AMLO debe ser apoyado porque representa la oportunidad de verdaderamente transformar este país, pero ¿es correcto hacerlo hasta el punto tal de dejar de lado el pensamiento crítico, que es el fundamento del intelectual? 


Si algo hay que criticarle al libro de Patán es la falta de fuentes bibliográficas (muy pocas, para un trabajo de esta envergadura) y que se refiera sólo a la etapa contemporánea. Quizá si hubiera visto más atrás, al periodo cuando se fundó el Partido Comunista Mexicano y los enfrentamientos entre distintas facciones, hubiera tenido más elementos para comprender mejor esa historia tan compleja, pero también muy marcada por su pasado. 


Pero yo creo que es un libro necesario. No porque no haya nada que criticarle al PRI y al PAN (para eso ya existen otros libros, muchos); sino porque es necesario ver a nuestra izquierda más allá de las consignas y concentrarnos en los hechos, reconocer todo lo bueno que ha hecho, pero también condenar sus errores y sus corruptelas. Eso también le servirá a ella.
















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