La renuncia del Papa

 Cuando llegó al Papado los conocedores del tema siempre dijeron que sería una transición. Después del largo periodo de Juan Pablo II, Joseph Ratzinger parecía una figura reducida, burocrática, sólo para llenar un espacio en lo que la Iglesia se reacomodaba. 
Hoy anunció a sus fieles y al mundo que renuncia a su cargo. Una medida inédita. La última vez que renunció un Papa fue en 1415. También hay que decir que ya en los últimos años de Juan Pablo II se hablaba sobre la necesidad de que el sumo pontífice se separara del cargo en vistas de que su salud ya no le permitía desempeñarlo cabalmente. 
Pero Juan Pablo nunca quiso renunciar. Cuentan los vaticanólogos que alguna vez alguien se lo propuso, y Wojtyla le respondió: "¿y a quién le presento mi renuncia?"
Ratzinger prefirió no seguir ese camino. No está tan enfermo como Wojtyla en su última etapa, pero sí es un hombre débil de 85 años al que le tocó dirigir la Iglesia en un momento muy delicado. Los abusos sexuales en las iglesias, el derrumbe de Marcial Maciel, las luchas por el poder al interior del Vaticano y especialmente los millones de personas que se han alejado del clero, porque ya no satisfacen sus necesidades espirituales, y les han perdido la confianza. 
El 28 de febrero será su último día como Papa. Durante el cónclave se retirará a Castelgandolfo y cuando se conozca el nombre de su sucesor se mudará a un convento dentro del Vaticano. Seguramente no volveremos a saber de él, hasta que llegue el momento de su muerte. 
Sólo él sabe si tiene la conciencia tranquila, si hizo todo lo que debió, si puso o no a sus fieles por encima de la burocracia papal. Como sea, para católicos y no católicos hoy es un día histórico.


"Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria."

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