¿Quién salvará al AGEY?

Los del centro del país tenemos la pésima costumbre de ignorar lo que pasa en otras regiones de México. Ojalá fuéramos más observadores, porque eso nos permitiría entender mejor los problemas que tenemos. Hace unos días me encontré con un artículo en el que se menciona que pronto se eligirá al nuevo director del Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY). ¿Y eso a nosotros qué? se preguntarán mis lectores. Pues debería importarnos mucho, porque a pesar de su distancia Yucatán también es México, o sea que su historia es nuestra. 
Resulta que el AGEY pasa por problemas muy comunes a otros archivos: desinterés oficial, poco presupuesto, documentos a punto de ser destruidos, espacio rebasado y una sociedad que no sabe que puede perder en cualquier momento gran parte de su historia. 
No es la primera vez que escribo algo sobre nuestros archivos. A principios de año comenté las declaraciones de Aurora Gómez Galvarriato, directora del Archivo General de la Nación, sobre los problemas que enfrenta ese repositorio de nuestra historia. Al AGN le dieron la mitad del presupuesto que había solicitado para 2013, necesitan un nuevo edificio para guardar todos los documentos que han recibido en los últimos años, deben alquilar bodegas para cuidar los papeles que de otra forma estarían arrumbados en las galerías del archivo, y además la cercanía del Gran Canal podría destruir todo lo que allí se conserva si sufrimos un gran terremoto. 
El caso del AGEY es parecido, pero aquí se añade que es un archivo estatal, lo que lo hace sufrir por los vaivenes políticos del gobierno yucateco. 
A fines de este mes dejará el cargo de director del archivo la doctora Piedad Peniche. Ojalá su sucesor no sea alguien salido de la burocracia, que se ganó el puesto por haber hecho favores. Ojalá el archivo sea dirigido por un historiador joven, con las ganas, el talento y el conocimiento necesario para proteger ese recinto y para que le haga saber a la sociedad yucateca (y a la del resto del país), que allí se guarda parte de nuestro pasado, con la intención de que nosotros y nuestros descendientes puedan conocerlo.
 

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